Tuve un profesor de inglés que fue un "fugao" durante la dictadura franquista. Escapó a Francia nadando con un amigo. Su amigo se ahogó. Él no, y llegó a la costa como un sin papeles, un espalda mojada, una persona ilegal. Desde entonces, las pateras nunca le fueron indiferentes. Han pasado los años y el país olvida. Y lo curioso es que quizás no estemos demasiado lejos de esos inmigrantes que cruzan la frontera como pueden.
Nuestro amigo Pablo Und Destruktion ha iniciado una serie de colaboraciones con el diario asturiano La Nueva España. Como consideramos que no todo ha de ser música, os dejamos con la primera de ellas.
http://www.lne.es/oviedo/2014/02/14/desenlace-crisis/1542948.html?utm_medium=rss
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Ríen como disidentes
El desenlace de la crisis
La emigración ante el desempleo y la deportación de africanos
14.02.2014 | 01:47
Pablo Und Destruktion Músico
Debajo de la capa de costra metálica que cubre a la palabra libertad cuesta reconocer alguna de las cualidades de dulzura, razón y emancipación que inspiraron poemas y valores y que movieron a generaciones enteras no hace mucho tiempo. Ahora pesa demasiado la coraza que pervierte la palabra y la transforma en tiranía, en mercado global. Uno, grande y libre.
Debajo de la capa de costra metálica que cubre a la palabra libertad cuesta reconocer alguna de las cualidades de dulzura, razón y emancipación que inspiraron poemas y valores y que movieron a generaciones enteras no hace mucho tiempo. Ahora pesa demasiado la coraza que pervierte la palabra y la transforma en tiranía, en mercado global. Uno, grande y libre.
La libertad hoy es exigida por el poder y el dinero, que exige ser libre de viajar allí donde quiera, de decidir dónde y con quién vive, de divorciarse, hermanarse, de abortar en el último momento sin avisar ni al juez ni al cura. Quieren ser libérrimos y ancho es el mundo y barato el keroseno como para que eso no sea así.
Los que hemos perdido la fe en la libertad somos el populacho, que ya no la reclamamos sino que pedimos con voz miedosa un poco de seguridad. Ese miedo es el que hoy marca nuestro camino y forma parte del folclore que ha transformado el mundo en las últimas décadas. Esa política del miedo, la doctrina del shock de la que habla Naomi Klein, ha permitido que gracias a la amenaza permanente de colapso se tolere en España la mayor recesión en derechos sociales y libertades individuales en muchos años y que además hayamos perdido el juicio a la hora de discernir entre el bien y el mal.
En Occidente nos remitimos al 2008, pero en otras zonas del planeta, especialmente en África, la crisis lleva existiendo ininterrumpidamente desde la madre de las crisis neoliberales, la del petróleo del 73. Ciertos países africanos han visto cómo entre gobiernos corruptos, paro e ignorancia (¿les suena de algo?) sus países se han hundido y han sido tomados por empresas extranjeras que perpetúan unas condiciones laborales miserables basadas en la mano de obra temporal y barata y que juegan a exprimir la necesidad.
Para conseguir este remanente de infraclase estos países vecinos han sido primero colonizados por países occidentales, luego desestabilizados y después recolonizados, esta vez por corporaciones, la verdadera cara del poder desde que existe derecho a voto.
Aquí en España, en Oviedo mismo, una generación entera está viviendo esa tercera fase. La UE y la OTAN hicieron la primera colonización. La buena, la de las carreteras. Después hemos tenido la crisis del 92 y la del 2008 para desestabilizarnos y cambiar las leyes del país, así que ahora les toca el turno a las multinacionales, que no al trabajo. Ellas vendrán porque ahora aceptamos lo que sea, porque volvemos a ser baratos y sumisos y lo han conseguido gracias al paro, por eso no dejará nunca de haberlo. Ellas vendrán, el dinero entrará a espuertas, sí, pero no se repartirá. Harán contratos basura, despedirán y crearán unos cuantos caciques que contengan a la población y generen falsas expectativas.
En esa situación, los que no queremos humillarnos solo tendremos dos opciones: luchar o marcharnos del país en busca de una quimérica tierra prometida. Exactamente igual que han hecho los inmigrantes que pueblan nuestras calles.
Ayer, 13 de febrero, un avión despegó de Madrid cargado de senegaleses que han llegado aquí escapando de la necesidad y que, atravesando mares y cuchillas, son la imagen de nuestro futuro, del desenlace de la crisis. En Oviedo mismo se han producido varias redadas en los últimos días que han tenido como consecuencia la detención de ocho de estas personas. Esta caza se ha consumado, entre otros sitios, en la plaza donde se ubica la Cruz Roja, en la sede de Asturias Acoge o en las oficinas del padrón municipal, lugares destinados a ayudar y que ahora se convierten en trampas por la ausencia total de ética por parte de nuestras autoridades.
Cuando se les meta en el avión y vuelvan a sus países elegirán la lucha, porque si han sido inconformistas como para emigrar, lo seguirán siendo cuando sepan que su puerta está cerrada definitivamente. Esa lucha nos afectará y nos sorprenderá que nos consideren enemigos, cuando nosotros hacemos lo mismo al tolerar su expulsión y maltrato por parte de nuestras autoridades que, para más inri, han sido escogidas democráticamente y eso nos hace cómplices.
Teniendo en cuenta esto y mirando a nuestro alrededor, los españoles de bien deberíamos recordar que África empieza en los Pirineos y que el desenlace de la crisis es la emigración, con todas las calamidades que eso conlleva. Por todo, deberíamos pensar quiénes somos, de qué formamos parte y quién nos impide vivir en la dulce y digna libertad. Estos últimos deberían ser los únicos expulsados.
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